Durante los últimos años, la Soberanía Alimentaria ha resonado con mayor fuerza desde la voz de distintos movimientos que propugnan cambios cualitativos en los estilos productivos y alimentarios, a partir de la acumulación de evidencias concretas respecto del actual modelo alimentario y sus secuelas en la salud humana y el equilibrio del medioambiente. La génesis de esta noción, no obstante, es necesaria rastrearla en el movimiento social campesino, el que durante décadas ha trabajado por desenmascarar las estrategias desplegadas por la agroindustria en relación al control de la producción, circulación, distribución y comercialización de los alimentos a escala mundial.
Es 1996 y en el contexto de la Cumbre Mundial de la Alimentación, el movimiento campesino internacional Vía Campesina -que agrupa a más de 182 organizaciones de 81 países que representan a millones de campesinos/as, pueblos indígenas, pescadores artesanales y otras comunidades locales- levanta este nuevo concepto como contrapunto a la noción de Seguridad Alimentaria, sostenida como base de las políticas agrícolas y alimentarias desde los años 70. A través de ella no sólo se denuncia la ineficiencia de dichas políticas respecto del hambre y la pobreza en el mundo, sino que se propone una alternativa basada en el “derecho de los pueblos, de naciones o uniones de Estado a definir su política agraria y alimentaria, sin dumping frente a terceros países” (www.viacampesina.org).
A diferencia de la Seguridad Alimentaria, que garantiza el suministro de una cantidad suficiente de comida sin considerar cómo, dónde o a qué escala se produce, la Soberanía Alimentaria concibe el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos, culturalmente adecuados, accesibles y producidos de manera sustentable. En este nuevo paradigma, se prioriza la producción y el consumo local de alimentos a partir del derecho de las comunidades a decidir su propio sistema alimentario y productivo, y se reconoce como fundamental garantizar el bienestar y la permanencia de la población rural. Los pueblos indígenas, los campesinos, los agricultores urbanos, especialmente las mujeres, tienen entonces el derecho a acceder y gestionar la tierra, las aguas, las semillas y la biodiversidad, de acuerdo a sus propias pautas culturales.
Desde su conformación en 2001, ONG CETSUR ha hecho suyo el paradigma de la Soberanía Alimentaria, llevando a cabo acciones mancomunadas con organizaciones campesinas para su consolidación. A lo largo de su trayectoria ha concentrado sus esfuerzos en la divulgación de la agroecología como práctica campesina y ha promovido el rescate de las semillas tradicionales para la conservación de la biodiversidad, estimulando el funcionamiento de redes solidarias de intercambio, que permitan a productoras/es y agricultoras/es urbanas/os asegurar el abastecimiento de semillas sanas, originales y criadas en el espacio local, conectadas a una alimentación o cocina tradicional. En este camino, los/as sabios/as y especialistas tradicionales han jugado un rol prioritario al ser reconocidos/as como guardianes/as del patrimonio biológico y cultural de los pueblos, formando parte de diversas estrategias para la reactivación de las artes y oficios tradicionales.
En la actualidad, ONG CETSUR sostiene su propuesta de trabajo desde el desarrollo de procesos de investigación, formación y gestión territorial orientados a la restauración de los vínculos ecológico-culturales de localidades rurales y rur-urbanas, poniendo énfasis en las memorias locales y aplicando metodologías sustentadas en perspectivas dialógicas. Los equipos de trabajo focalizan sus acciones en ámbitos como el fortalecimiento de sistemas tradicionales de producción agroecológica y el fomento de la agricultura urbana, los huertos educativos y comunitarios; la promoción de las culturas alimentarias locales y la valorización del patrimonio agroalimentario; el fomento de los sistemas de intercambio de plantas, semillas y saberes en territorios rurales y urbanos, y la conservación, manejo y uso de la biodiversidad agrícola en sistemas campesinos e indígenas.
*Redactado por comité editorial ONG CETSUR, www.cetsur.org